“Todas hemos sido Bridget Jones”, les
comentaba yo a mis amigas cuando ellas me platicaban las odiseas por las que
pasaban con el cuate que les gusta. “hemos sido” es la conjugación que yo usaba
porque claro, para mí los días de soltería habían quedado atrás; yo ya había
conocido al hombre con que el quería pasar el resto de mi vida. En eso, de
repente, resulta que para él yo no era la mujer para pasar el resto de su vida
y ¡pum! heme soltera de nuevo en el mundo. Ha sido como nacer de nuevo, entrar
a un terreno total y absolutamente desconocido: el del ligue.
Y entonces, sí, todas SOMOS Bridget
Jones, porque aquello que tenías, sin querer, bien controlado cuando tenías
novio, hoy está totalmente fuera de control.
Dicen que cuando estás enamorada eres,
incluso, más bonita físicamente; eres un imán para el sexo opuesto por la sencilla razón de que te vibran plena, segura y feliz. ¿Por qué todo cambia cuando uno es soltero? Una vez un amigo me dijo “Ojalá todas las
mujeres fueran como tú”, podía entender más o menos a qué se refería: yo
siempre he sido una mujer sin tapujos, digo y hago lo que quiero sin importarme
lo que piensen los demás y no me
importaba actuar de tal o cual modo, después de todo, así mi entonces novio se
había enamorado de mí. No obstante, ahora me he sorprendido pensando cosas
como “¡Verga! Quizá no debería decir tanto ‘verga’, eso puede no gustarle a los
hombres” Say what?! ¡Mátenme!
También siempre he tenido más
amigos que amigas, me llevo bien con los hombres y me entiendo mejor con ellos
que con las mujeres. Pero ahora que soy soltera, resulta que no sé cómo interactuar
con ellos y al parecer ellos tampoco saben qué esperar de mí: yo no me doy cuenta si me
están ligando; ellos, como yo soy soltera, no saben si los estoy ligando. Y se pone peor: además de las mamadas que le pasan a uno
cuando es soltera que he narrado aquí, también llega el maldito momento en el
que hay que interactuar con un cuate potencialmente interesante. Eso que tenías
bajo control cuando tenías novio, ahora parece imposible, incluso te piensas 3 veces el emoji que le vas a mandar en Whatsapp. Y terminas pensando de ti misma: “¿Es neta que le escribiste eso? Loooooooser!” ¡Es el maldito Síndrome Bridget Jones!
Lo único que quiero rescatar de esta
reflexión es que sí, ahora sufro del Síndrome Bridget Jones, pero por lo menos mi soltería me ha hecho reafirmar lo poco lesbiana que soy:
¡aaaaah cómo me gustan los hombres!
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