El conde de Brassard, narrador del cuento “La cortina carmesí”, en Las diabólicas de Jules Barbey D’Aurevilly, dice:
“Sabía, cierto es, que lo que aquella muchacha sentía por mí no era precisamente amor. El amor no procede con esa impudicia y ese descaro; y también sabía perfectamente que lo que yo experimenté no era tampoco amor. Mas, amor o no, fuese lo que fuese, yo lo quise… Cuando me levanté de la mesa estaba decidido… La mano de esa Alberta, en la que ni siquiera pensé un minuto antes de haber ella apretado mi mano, había dejado, hasta el fondo de mi ser, el deseo de enlazarme a ella enteramente […]”
Pues bien, para acostarte con un(a) fulano(a) ¿no le es suficiente al alma*, el deseo, y al cuerpo, estar excitado? ¿O es que acaso siempre hace falta eso que llaman “amor”?
*O mente, razón, espíritu, entendimiento, cerebro… como quieras llamarle.
2 comentarios:
Lo podemos hacer tan filosófico o tan frío como lo quieras ver. Fisiológicamente sólo hace falta darle un empujoncito a la líbido y listo. Químicamente no podemos explicar la atracción. Pero si lo quieres ver de un modo más frío hay dos escenarios; el primero es que si hay amor, entonces acaba en un tierno abrazo y en la puerta de su hogar con la esperanza de un día más... Si no lo hay, termina con un número celular tal vez falso y en el sitio de taxi más cercano...
Saciar ese apetito que te envuelve porque tu líbido te lo pide al ver a aquel chic@ que en un momento te hace volar la imaginación y te exita y mas si todo es arriesgado y con adrelanalina y como dice la canción " una noche de copas" son el principal empujoncito solo carnal!!! una satisfacción una linda noche y ya, ya el dia siguente es el juicio de tu mism@ si lo que paso fue una experiencia o la llamada cruda moral te acarrea juicios por días
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