
Estrenada hace 15 días, apenas tuve oportunidad de verla ayer. Sí, ésa es una de las desventajas de la Ciudad de México, con filmes como éste, tienes que comprar tus boletos un día antes y llegar a formarte, mínimo, media hora antes. Pero he de decir que valió la pena la espera de días cuando el fin de semana pasado ya no alcancé boleto y este fin que tuve que formarme como dos horas antes. Natalie Portman está fenomenal, ya se ganó el Golden Globe y el SAG por su actuación, no dudo ni tantito que se lleve el Oscar. Nos entrega una interpretación sublime en cada faceta de su personaje: la bailarina, el cisne blanco y el cisne negro (por desglosarlo de algún modo sin echársela a perder a aquellos que no la han visto). El script es otra joya. Las pasiones humanas raramente llegan a causar tan fuerte impresión en el espectador; lo lograron El Greco, El Bosco, Quevedo, Dostoievsky y Sábato, por mencionar a algunos; bueno, ahora lo logran Mark Heyman, Andres Heinz y John J. McLaughlin con este thriller psicológico fuerte y poderoso. Hablar de autores barrocos como Quevedo y El Greco no es gratuito, pues Darren Aronofsky (director) junto Matthew Libatique (fotografía) logran transmitir la antítesis del personaje de Portman gracias al claroscuro (elemento barroco por excelencia) que, si bien se evidencia en la antítesis Odile-Odette, lo podemos apreciar también visualmente. ¡Bravo! #notelapierdas
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