Vivo polos opuestos: me gusta la literatura del Siglo de Oro y mi tesis de licenciatura la escribí sobre el concepto del amor profano en la poesía de Sor Juana... Pero también me gusta la vida banal de la Ciudad de México (y del mundo) y siempre he trabajado en revistas pop de moda y belleza. Y como yo, este blog también es bipolar y en él podrás enterarte de todo un poco...
Es verdad que tengo un crush con la Ciudad de México, pero nadie me negará que es realmente bella. Ahora que empezó el invierno, la ciudad se ve y se siente particularmente hermosa. Su clima es perfecto, ese aire helado y el sol brillante son la mezcla idónea para describir un invierno dis-fru-ta-ble.
Mientras manejaba la camioneta de mi mamá (aún no me han entregado a Poor Poor Joseph), recorriendo tooodo el Periférico de norte a sur, me tocó ver uno de los más bellos amaneceres que he presenciado en mi vida. El clima frío, el cielo limpio, de un azul claro y brillante, y el sol, intenso en fulgor pero débil de temperatura, asomándose poco a poco entre los edificios que se alzan por el Periférico, es lo que podría ser llamado “belleza”. Ahora, se preguntarán qué estaba haciendo en el Peri a las 6:30 de la mañana. Bueno, aquí en la ciudad también se va la luz, también se echan a perder las bombas de agua --’
Cuando me desperté, me topé con el gran problema de que en mi casa no había luz, y como la bomba no funciona (porque la corruptita de la constructora de mi edificio no se hace cargo de ningún desperfecto) pues tampoco había agua. Así que empaqué una maleta rápidamente y salí a 100 km/hr rumbo al Sport City (que al que voy está cerca de mi trabajo, o sea, al oootro lado de la ciudad) para bañarme.
Bueno, el camino no me pesó, no había tráfico y el espéctaculo que mi querida Ciudad de México me ofreció fue, simplemente, DIVINO, así, con toda la carga semántica de esta palabra =)
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