“Unos seres nacen para vivir, otros para trabajar,
otros para mirar la vida. Yo tenía un pequeño
y ruin papel de espectadora.”
Andrea.
Andrea viaja a Barcelona para estudiar la carrera de
Letras (¡qué coincidencia¡), y se hospeda en casa de su familia en la calle de
Aribau. La narrativa del libro gira en torno, justamente, al “papel de
espectadora” de Andrea, que de pequeño y ruin, no tiene nada, pues nos abre a
un cosmos decadente perfectamente descrito.
La familia de Andrea representa a esa burguesía
catalana venida a menos durante la post guerra. Unos tíos amargados, perdidos; una cuñada moralmente
juzgada; una abuelita que tiene de loca lo que tiene de soñadora; en fin,
Andrea llega a vivir a un ambiente familiar oscurecido y enmohecido, rodeado
por el hambre e incluso por el odio. Las descripciones de Andrea también
alcanzan a la Barcelona
tras la Guerra Civil ,
que no puede ser de otra manera que desencantada; llena de vida, pero
miserable. El lector encuentra un contraste con los ánimos de la sociedad en
Ena, una amiga de Andrea que guarda una extraña relación con
la familia de la calle de Aribau.
La sencilla narrativa de Carmen Laforet, que nos
conduce, de la mano de Andrea, por este cosmos catalán hasta un desengaño
existencial, fue lo que le valió un reconocido premio por esta novela escrita a
la corta edad de 23 años.
Carmen Laforet, o Andrea en todo caso, puede ser tú,
yo o cualquier mujer enfrentándose a la vida a los 20 años.
Nada es un texto de fácil lectura que refrescará tu
mente si estás cansad@ de las saguitas comerciales pero te da flojerita
enfrentarte a textos más complejos.
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