Es extraño porque el Día de la Mujer parece uno de esos días que se crean para, al contrario de lo que pretende, marcar la diferencia. Y saben qué creo, que para festejar a la mujer debemos empezar primero nosotras, mujeres, por respetarnos cada día y por tomar, con dignidad, el lugar por el que abiertamente se ha luchado por lo menos las últimas 4 décadas.
Sí, las luchas por los derechos femeninos nos han dado la posibilidad de votar, de usar pantalones, de vestir minifaldas sin ser juzgadas, de entrar al mercado laboral y político y luchar por una posición en verdadera igualdad para puestos que antes eran reservados para hombres. Entonces, ¿por qué nos empeñamos en ser nuestras propias enemigas?
La competencia entre mujeres dista de ser sana; en vez de solidaridad de género parece que odiamos a nuestras semejantes; envidias y juegos sucios; miradas altivas de arriba a abajo; juzgamos a la otra por su peso, por su soltería, por la marca de sus zapatos; nos llamamos "zorras" y "gatas", equivalentes que no existen en el lenguaje masculino; nos metemos el pie y nos damos puñaladas por la espalda con gran éxito por una cualidad que poseemos las mujeres y los hombres no: astucia. ¿Por qué hemos canalizado esa energía negativamente contra nosotras mismas? Confieso que lo ignoro por completo...
Pero algo que sí sé y veo a diario, es que la mujer lucha por la igualdad de derechos y aún así se atreve a exigir diferencia. Quiere un mismo sueldo que un hombre, un mismo puesto, libertad sexual y de opinión pero, al mismo tiempo, sigue exigiendo que le paguen la cena, el cine, la renta; que la lleven y la traigan; que la traten cual "princesa"... Pues bien, yo soy una ferviente creyente y vocera de que con la igualdad de derechos, hemos de perder privilegios: nos toca participar activa y equitativamente en la economía del hogar; si luchamos por el lugar del piloto, dejemos de ser cómodas copilotos; nos toca manejar, perdernos, acceder a nuestro GPS sin esperar que nuestro "novio" o "ligue" venga a rescatarnos; nos toca ensuciarnos las manos, cambiar llantas y arreglar tuberías, y se vale pedir ayuda; nos toca decirle alguna vez "Paso por ti" o "Nos vemos en un punto medio."; ¿No quieres estar a su disposición? No esperes que él esté a la tuya; atrévete a tomar la iniciativa; no esperes que él te haga sentir la mujer más bella y amada, ámate tú... ¡Basta, mujeres, de exigir igualdad desde un pedestal de cortesía! No siempre vamos a ser Beatriz, ni es obligación de ellos ser Dante.
Yo no creo en la igualdad, porque es indudable que hombres y mujeres somos diferentes, pero sí creo que merecemos los mismos derechos, pero entonces también, las mismas obligaciones.
Sean todo lo extraordinarias que quieran en el Día de la Mujer, pero mejor sean mujeres extraordinarias toda su vida.
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