Dice Charlotte York que a una mujer le
toma recuperarse de un rompimiento amoroso la mitad de tiempo que duró su relación; lo
que me augura a mí 3 años y medio de añoranzas, dolor y sufrimiento. Pero saben
qué, ¡no es cierto! Yo ya estoy del otro lado; lo que es más: ¡ya me
quiero enamorar!
No sé por qué me recuperé tan rápido de
mi rompimiento amoroso; no sé si es porque soy un Super Saiyajin, quizá fue
porque lo lloré intensamente hasta deshidratarme durante 4 días, o quizá porque
todo en mi relación fue hermoso. No tengo un “pero” ni ningún arrepentimiento;
a veces los caminos simplemente se bifurcan, pero todo lo recorrido es el bello
recuerdo de un amor único, como pocos yo he visto y como espero volver a
sentir.
Cuando escucho a algunos amigos, sean
hombres o mujeres, desconfiar del sexo opuesto o no creer en el amor, me duele
su escepticismo, porque no hay nada más bonito que estar enamorado, amar y que
te amen en correspondencia. Yo soy muy romántica, por eso veo al amor como
lanzarte en caída libre, con los ojos vendados, sin paracaídas; y cuando menos
te lo esperas, te nacen alas para volar, tejidas por ti pero consagradas por el
hombre al que decidiste amar.
Así amé a mi ex. Así me amó él. Y sólo
por eso lo voy a amar para siempre y estar eternamente agradecida con él. Cortarnos
las alas no fue un final, sino el comienzo de una nueva historia.
Por eso cuando llega a una nuestra vida
una separación amorosa, no debe caber la menor duda de que, en su momento,
llegará alguien más, y otro y quizá otro. Y nosotras debemos estar dispuestas a
subirnos a un avión y lanzarnos de él una y otra vez, sin importar que en una
de esas nos partamos la madre. Yo ya me quiero volver a lanzar en caída libre.
Ya me quiero enamorar.
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