No tengo la
respuesta, sólo tengo una teoría. Sigan leyendo…
Déjenme contarles
mi historia de amor: conocí a mi ex cuando estábamos en la universidad.
Empezamos a andar cuando teníamos 20 años y sí, fue esa clase de amor
arrebatador y, como siempre les he dicho, divino en su sentido más sagrado.
Conforme fueron pasando los años, ese amor, por si no era suficiente, fue creciendo,
haciéndose más sólido y más maduro hasta que, inevitablemente, llega ese
momento en el que hay que dar el siguiente paso. Y no porque es lo que procede,
simplemente porque con la edad llega la independencia y el dinero, los cuales
te permiten, por fin, compartir un espacio con el hombre que amas. Pues
bien, cuando yo estaba lista emocional y económicamente y, cuando por vivencias
y muchas circunstancias, estaba plenamente convencida de que mi ex era el
hombre con el que quería pasar el resto de mis días, él me cortó.
Así que,
analizando desde mi soltería las relaciones que tengo a mi alrededor, he caído
en cuenta de que (no siempre, pero sí muchas veces) los hombres, para casarse,
no necesitan sentir ese amor arrebatador, sino seguridad laboral, económica y
no sé qué más; necesitan, simplemente, estar listos. Estoy casi segura que fue
lo que le pasó a mi ex; yo estaba lista, él no; se paniqueó y huyó. Pero si, en
un año se da cuenta que está listo, no esperará a enamorarse como lo estuvimos
nosotros alguna vez, se casará con la mujer que en ese momento esté en su vida.
Es sólo una teoría que he hecho a partir de lo que veo y escucho, en amigos y
conocidos. Ojo, vuelvo a aclarar: no en todos, pero sí en muchos.
Cuando los
hombres se sienten listos, porque ya tienen un puesto sólido en su trabajo,
porque su sueldo también es el suficiente para mantener a una familia, porque
ya se aburrieron de su vida como está, porque empiezan a ver que sus amigos se
casan y entonces ellos también quieren, es cuando deciden dar ese siguiente
paso. No importa la mujer; importa que ellos están listos. ¡Suertuda la que
esté con ellos en ese justo y preciso momento!
Pero, yo me pregunto: ¿dónde queda el amor? ¿Dónde, el profundo
enamoramiento? ¿Dónde, los fuegos artificiales? Entonces, ¿suertuda…?
¿Les cuento algo
más? El fin de semana le pregunté a un amigo por qué ya se quería casar, y me
respondió: “Porque estoy listo” Debo confesar que me enojé. La respuesta que
hubiera esperado es: “Porque estoy profundamente enamorado y quiero pasar el
resto de mis días con mi novia pues no imagino mi vida sin ella.” ¿No? Es más,
me encabronó tanto la respuesta, que agarré mis cosas, me fui y regresé a mi
casa a escribir este post.
En fin, lo que
deseo y decreto para mí misma y para toda la gente que quiero, es que nos casemos con
nuestras parejas locamente enamorados, con mariposas en la panza y todas las
ridiculeces y cursilerías que el amor, el Verdadero Amor, trae consigo. No se
casen con alguien sólo porque están listos, no se casen porque ya están en edad,
no se casen porque llevan años en su relación y “es lo que sigue”. Cásense por
amor; el amor se siente y se sabe; no es un apego ni una obsesión. El amor
correspondido le muestra al más ateo la divinidad del ser humano, del mundo y
del universo; si no has conocido a Dios a través del amor, entonces no te
cases.
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